Un viaje por los laberintos de piedra
El agradable paseo por la espléndida ruta de los petroglifos de Campo Lameiro tiene nueve escalas, cada una con un mural en roca natural en el que nuestros antepasados representaron escenas de caza, misteriosos laberintos, armas y otras imágenes. Un pequeño panel en cada una de estas estaciones sirve de guía para diferenciar las líneas grabadas por la mano del ser humano de las marcas naturales de la piedra.
Algunas, como la Laxe dos Carballos, son magníficos y hermosos lienzos de grandes dimensiones labrados en la piedra en los que se distinguen perfectamente varias escenas dentro de una composición coral. En el Outeiro dos Cogoludos sentiremos la magia de los laberintos de la Edad de Bronce. La incógnita sobre lo que representaban llega hasta nuestros días.
La visita al área arqueológica finaliza con la parada en el poblado de la Edad de Bronce. Se trata de una recreación de gran calidad, con varias cabañas, estructuras de almacenamiento y cercados para los animales, todo construido con los mismos materiales que empleaban nuestros antepasados. Es el final perfecto para reproducir cómo vivían los gallegos de hace 4.000 años.
Piezas históricas y tecnología
Paneles, pantallas, réplicas y antiguas piezas halladas en las excavaciones como lascas, cuchillos o puntas de flecha nos guían en nuestro viaje al pasado
La exposición, dentro del edificio del Parque Arqueológico de Arte Rupestre, nos ofrece algunas respuestas a las preguntas que nos hacemos en el recorrido exterior y presenta la información de una manera didáctica, visual, sencilla y atractiva. Mientras avanzamos por la exposición, distribuida en nueve sectores, podemos observar y visitar el interior de una cabaña reproducida con todos sus utensilios para conocer mejor la vida doméstica de los gallegos de la Edad de Bronce, y encontramos también la sorprendente réplica a tamaño natural de un cazador, ataviado de la cabeza a los pies con sus pieles para abrigarse y las armas que empleaba en la búsqueda de animales con los que alimentarse.
Una inquietante banda sonora nos acompaña en el recorrido. El sonido sale de una sala en la que se proyecta un espectacular vídeo de siete minutos y medio. La producción, en tres pantallas de grandes dimensiones y con una acústica que nos envuelve, nos traslada a la época en la que se realizaron los petroglifos y nos presenta distintas hipótesis que formulan las investigaciones para explicar el sentido de estos grabados.
El cuerpo alargado del edificio del Parque evoca la forma de los ciervos dibujados hace 4.000 años y emerge del terreno para integrarse en el paisaje
La visita finaliza con un sector que nos conciencia de la importancia que tiene conservar las frágiles muestras de arte rupestre ante el lento proceso de degradación que sufrieron a lo largo de los siglos.
El edificio del Parque es, además, otro de los atractivos de esta capital del arte rupestre europeo. La forma de su cuerpo alargado e irregular evoca la figura de los ciervos grabados en las rocas hace miles de años. La cubierta del inmueble, compuesta por loseta de piedra, cambia de tonalidad durante el día con el juego cromático que produce la luz natural. La estructura emerge del terreno para integrarse en un paisaje mágico en el que encontramos, dibujada en la piedra, una parte de nuestra historia.
Y para completar el día…
Campo Lameiro tiene otros atractivos que se pueden visitar para completar la excursión arqueológica. El río Lérez pasa por el término municipal, y allí encontramos la playa fluvial de Redonde, ideal para el descanso. Está rodeada de robledales con mesas, columpios y otros equipamientos para pasar unas horas de relax en medio de la naturaleza. Especialmente hermosos son los robledales de Rozas y San Brais.
Y si de espacios naturales se trata, encontramos uno estupendo en el monte Agüeiros, con unas impresionantes panorámicas y otra importante huella de nuestro pasado. Allí está el castro de Penalba, uno de los más antiguos de Galicia, del siglo VIII a. C. En la cima del monte se encuentra otro petroglifo, el de Pedra da Serpe; y cerca de allí, a 400 metros, el de Rotea do Mendo.